lunes, 19 de diciembre de 2016

Un espejo, mi r(e)f(l)ejo.

Cuenta la mitología griega, que los seres humanos fueron creados en origen con cuatro brazos, cuatro piernas y una cabeza con dos caras. Ante el temor de su inmenso poder, Zeus los dividió en dos seres separados, para debilitarles, condenándolos a pasar sus vidas en busca de sus otras mitades.
Los humanos pensaban, inocentes que eran una totalidad, vivían engañados, pues era lo único que conocían, sin plantearse otras opciones que consideraban imposibles.
Pero resulta, que no creer no significa que no exista.
Cuando encuentras tu mitad, simplemente lo sientes, una conexión que supera lo ordinario, que es mágica, y como dicha palabra indica, es imposible de explicar, pues las palabras no alcanzan su esencia.
Sientes un reflejo de ti en esa persona, y ella, siente lo mismo. A algunas personas, ese sentimiento, les causa tal odio que deciden no acercarse, les cuesta muchísimo, pero cuando lo hacen, no pueden separarse de ellas. El odio no desaparece, pero siempre va unido del amor, inseparables compañeros. Otras personas, no sienten odio o rechazo, sino todo lo contrario, sienten tal amor hacia su mitad que se enganchan de ella, admirándola a más no poder, incluso llegan a pensar que antes, estaban incompletas y que su vida empieza a cobrar sentido teniéndola cerca.
Cada mitad tiene un sentir diferente, están los que sienten miedo, rechazo, alegría, ilusión… Existen tantos sentimientos como personas hay en el mundo.
Cuenta una antigua leyenda medieval, que en las tierras celtas del norte, allí donde los duendes habitan los árboles más escondidos, las hadas vuelan sigilosas entre las nubes, los gatos depuran el alma y las mariposas conceden poderes a quién se deja guiar, un lugar repleto de magia, allí, coincidieron dos mitades separadas por Zeus.
Él, Burvis, y ella, Lauma, se conocieron por casualidad en aquellos mágicos parajes, donde el caótico cosmos dictaminó su encuentro. Lauma, sintió primero la conexión, ella, cuidadosa de no espantarle, quiso acercarse poco a poco, para conocerle. Burvis, cauteloso y desconfiado, no quiso ningún tipo de contacto, para él, Lauma era invisible, no quería ver nada, porque sabía, que si miraba, podría ver todo.
Así pasó el tiempo, cerca, pero a la vez lejos.
Sin embargo, el cosmos no quiso que esa distancia creciera, ni se mantuviera, por lo que intervino, acercándoles.
Nadie sabe cómo sucedió, pero desde entonces, la conexión fue real, cada uno con sus diferencias, pero, sus semejanzas les unían más y más. Porque ella veía su reflejo en él, y él veía su reflejo en ella, cual espejo. Con una conexión tan grande sobraran las palabras, iba más allá, se pronunciaba a través de sueños y hacía sentir incluso a través de objetos, una conexión que ninguno sabía explicar, pero estaba ahí, presente, latente, mágica.
Ambos saben, que aunque la distancia física les separe, ellos no dejaran de ser mitades, que juntas, son fuertes y poderosas, juntas, se entienden, descubren y crean.

A través de la mejor melodía (el silencio), supieron, que su amistad sería mágicamente incondicional.



Música celta, para sumergirte en el (mi) mundo.




Lauma: Hada en Letón 
Burvis: Mago en Letón

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