Siento el aire en mis mejillas, mi pelo baila con el viento y en algún desliz se aferra a mis labios, obligándome a sacar mi cálida mano del bolsillo para liberarme de él. El frío se acumula en la punta de mi nariz, y cuando alcanza cierto nivel de congelación manda un inesperado escalofrío a través de mi columna vertebral., haciendo que me estremezca, me tense, y me caliente instintivamente cada músculo de mi cuerpo.
Es un día frío, está anocheciendo, y tiene lugar mi espectáculo diario, el atardecer.
Mientras camino, alzo la vista contemplando los colores, el rosado me transmite cariño, el naranja calidez, el amarillo luz y esperanza en que al día siguiente volverá a lucir el sol en lo más alto del cielo.
Los colores bailan sobre el cielo, cambian, no se estancan.
Mis ojos brillan de ilusión.
Adoro y disfruto ese momento conmigo, y el cielo.
Cuando se acaba el espectáculo, tiene lugar el siguiente acto, le toca a la noche representar su actuación, cuya protagonista es mi amada luna, con sus fieles y mágicas estrellas.
Vuelvo mi mirada al frente.
Me sorprendo al ver una silueta a lo lejos, en seguida la reconozco.
Mi corazón se acelera, siempre produce ese efecto en mí, me pongo nerviosa.
Miro al suelo, y sonrío tímidamente.
Nos paramos uno en frente del otro, nos miramos, y sonreímos.
Dos viejos amigos que jugaron al pilla pilla, llegando a pensar que alguno de los dos abandonó el juego, pues les fue imposible pillarse. El que corría, fue tan rápido que quién perseguía perdió su pista, llegó a pensar que le había perdido. A veces, pensaba que huía de verdad, que no era un juego, que realmente no quería ser encontrado. Por este motivo, dejó de buscar. Olvido el pilla pilla y comenzó a jugar a otros juegos, aunque en el fondo de su corazón, le dolía haber dejado un juego pendiente., un juego que no olvidaba.
Conectados por la mirada y por esa sonrisa que, realmente, decía muchas cosas, no sabíamos que decir.
Yo, quería decirle que le había echado de menos, que incluso dejé de creer en él, creía que no le iba a volver a encontrar, que no nos juntaríamos otra vez. Qué en algunos momentos perdí la esperanza, que me intenté refugiar en cuevas oscuras que consumieron mi llama poco a poco, y con ese mismo fuego derretí acero para mi coraza. Coraza que parecía tan real que incluso a veces conseguía caer yo en mi propio engaño. Quería decirle que le esperaba en los sitios donde le había encontrado en el pasado, pero que a pesar de que esos sitios no habían cambiado, yo si, por eso no le encontraba a él. Para acabar, le quería decir que acabé encontrándole en mi misma, pues me di cuenta de que el amor no sólo se comparte con otras personas, sino que yo puedo ser mi destinatario.
Él, quería decirme, que a veces es necesario cerrar puertas, para poder abrir otras nuevas, que sabía que yo lo pasaba mal, pero que no había llegado el momento de volver, que no podía forzar su llegada. Quería decirme que debería haber creído a la gente que me decía " No lo busques, cuando menos te lo esperes llegará". También quería confesar algo; que siempre había estado cerca, escondido, observándome, por eso a veces yo le sentía. Me confesó con cierta timidez, que aunque intentó ocultarse de mi, yo le descubrí, " me acariciaba a través de amores platónicos y sueños". También quería decirme que se escondía entre mis páginas del cuaderno donde muestro mi inconsciente, que tenía mucha razón en aquella página que escribí: "Para poder querer, necesito juntar mis trozos rotos, esos trozos que dejé en cada corazón que intenté querer forzosamente". Quería decirme que era verdad, que no se puede querer con el corazón incompleto, que para querer, es necesario reunir esos trozos, y aunque estén rotos y desordenados, se van juntando con el tiempo, lo importante es que no se dispersen, que se mantengan unidos.
No hizo falta que nos dijéramos nada, pues ya lo sabíamos todo.
Mientras le miraba con los ojos llorosos , acerqué mi mano a su cara, acariciándole la mejilla y bajando por el cuello. Quería sentir su piel, saber si esta vez era real.
Me acerqué un poco más, mientras le agarraba el cuello, sin quitarle la mirada cada vez eran menos los centímetros que nos separaban, notaba el calor que desprendía su boca, le rocé el labio, y cuando íbamos a fundirnos en un beso, cuando íbamos a ser una sola persona, se desvaneció entre mis brazos.
No desapareció, nos fundimos.
Fue entonces cuando entendí, que al dejar de buscar el amor en personas ajenas, al haber perdido esa ilusión por revivir algo que ya fue, encontré algo muchísimo más grande.
El amor por uno mismo.
Porque el amor no sólo se comparte con otras personas, tú puedes ser tú destinatario.
FIN.
https://www.youtube.com/watch?v=KmzFDEu2RoA&list=RDKmzFDEu2RoA&index=1
https://www.youtube.com/watch?v=FIy14j3VnL0&list=RDKmzFDEu2RoA&index=7
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