Dejar ir
no es fácil.
Me cuesta tanto
soltar lo que se
que no es.
Me aferro a la idea
de que mejorará,
de lo que creo
ser capaz de ver.
La culpa de irme
me abraza
y ciega,
impidiéndome moverme;
Paralizada.
Las expectativas
de lo que podría llegar a ser
atan mis manos a una idea,
y no suelto.
Por mucho que
quemen las cuerdas.
No suelto.
¿Por qué no suelto?
Pena, soledad, complaciencia,
por no decepcionar, por el qué dirán..
Pero,
cuando me elijo,
y por fin abro las manos,
y suelto.
Dejo ir...
La vida me recompensa.
El regalo de elegirme
es grandioso.
Y cuando me elijo
atraigo lo que sí es para mi.
Lo que me pertenece
y vibra conmigo.
Y entonces me siento libre
sin cuerdas,
sin rozaduras en mis manos.
La suavidad y la calma
acarician mi piel,
y me siento en casa.
Me siento vista,
valorada,
en paz,
yo misma,
coherente,
sin luchar.
Abierta a recibir
todo lo que la vida
tiene para mi.
1 de mayo
No hay comentarios:
Publicar un comentario