jueves, 30 de abril de 2020

Regalos pandémicos

En un mundo donde prima la prisa, donde todos corren y no se dedica tiempo a admirar la belleza de lo que nos rodea, a sentir en el latir de nuestro corazón los segundos que pasan y que no vuelven...
Llega el COVID-19, y de repente el mundo como lo conocíamos se para. Se para para todos.
Y te obliga a mirar hacia dentro, y no tanto hacia a fuera.
Y te enseña que en realidad no necesitas tanto como pensabas para ser feliz.
Te permite hacer esas cosas que antes decías "no tengo tiempo".
Como leer esos libros que acumulaban polvo en la estantería, estrenar esas acuarelas que tenías guardadas en el cajón, escribir, bailar, escuchar música tumbada en la cama sin hacer nada más.
Yo no he sabido hasta ahora que se sentía no teniendo que hacer nada.
Y es aquí donde el cuerpo me habla, me dice lo que quiere, y yo se lo doy. Y me siento feliz.
Hacer mil cosas nos mantiene ocupados con una ilusoria felicidad. No tenemos tiempo para mirarnos a nosotros mismos y preguntarnos qué queremos realmente, porque al tener tantas cosas que hacer tu tiempo está desbordado.
Yo he aprendido a sentirme feliz con poco.
Bailando, escribiendo, pintando, hablando a través de una pantalla, escuchando música horas y horas y descubriendo nuevos estilos que no sabía que me gustaban.
He dado tregua al tiempo, o más bien él me la ha dado a mi.
Y me siento flotando, de repente los minutos y horas han perdido su valor, y me dejo guiar por un ritmo propio marcado por mi. Y me siento libre.
Este virus también me ha ayudado a valorar cada caricia, desde un simple apretón de manos hasta un abrazo largo. A veces siento mi piel como anestesiada, y el mínimo roce despierta mis células, quienes reclaman cariño a través del contacto.

Y es que no solo estamos separados por las mascarillas, es como si la tela que tapa nuestra sonrisa creara un muro de miedo entre las personas. Ya no nos sonreímos, e intentamos cruzarnos lo más rápido posible los unos con los otros, incluso aguantando la respiración, por si acaso.

La última vez que hablé con un desconocido iba camino a mi Kindergarten, ya había empezado el corona. Un señor iba con un labrador cachorro precioso. Yo no podía parar de mirar al labrador sonriendo. El señor me habló en tono cariñoso, en polaco, yo le dije: "nie rozumian po polsku" (no entiendo polaco). El señor me sonrío aún más fuerte, como si a través de su sonrisa quisiera comunicarse conmigo, y lo hizo. Nos sonreímos hasta que él se bajó, me contó cosas del perro, principalmente con gestos y se despidió desprendiendo mucho amor. No necesité un idioma para conectar con él. Y fue muy bonito. En ese tranvía donde se olía el miedo y la inseguridad de la gente guardando un metro de distancia, ese señor me hizo sentir a salvo, y que no estamos solos, sino que en verdad formamos parte de un todo: El planeta Tierra. Y lo que te pasa a ti, me pasa a mi también, por muy lejos que estemos.
Vivir en Polonia esta Pandemia me está enseñando mucho.
Ya no tengo el sentimiento de vivir en España, sino de vivir en el Mundo.
Cuando cambias ese pensamiento, tienes el poder de conectar con cualquier persona, de corazón a corazón, interesándote por sus orígenes, su país, su cultura. Creces. Te proyectas.
Vivimos proyectados en nuestro país, y lo que pasa fuera a veces lo vemos lejano y ajeno. 
Proyectarte es sentir que lo que pasa en África, te pasa a ti, que Turquía, Japón, América... También son tu hogar.
En verdad me faltan las palabras para reflejar todo lo que esta Pandemia me está regalando, cuando ese sentir va por dentro, cuesta sacar a la luz tus palabras.
Mientras escucho música de flautas de bambú de fondo siento que me dejo muchas cosas en el tintero, pero hacía mucho que no escribía mi estado de Ser aquí.
No soy la misma que empezó escribiendo el blog hace cuatro años, esa María era la semilla, y cada día estoy embarcada en un florecer que me lleva a la máxima expresión de lo que soy.
Y es que eso es la vida. Nacemos semillas, arraigadas a la tierra, con el sino de crecer hacia el cielo. Alimentándote de la tierra para después dar oxígeno al mundo.
No se trató nunca de desprenderse de la raíz y volar, sino de ampliar mis raíces a través de la tierra, de forma que abarquen todo el globo. Y cuanto más me nutra de esa tierra y de su diversa  riqueza, más alto creceré, y más podré dar de vuelta a este planeta que me dio la vida. 

-Mery.


martes, 28 de abril de 2020

El interruptor de la felicidad


Nunca pensé que ser feliz sería tan fácil.

Nos meten en nuestra cabecita que necesitamos mil cosas para encontrar aquello llamado "felicidad",

el móvil de última generación, la ropa de moda, tener mil amigos, cuantos más planes mejor, mucho dinero mucho ble mucho bla. Y a pesar de que tengamos todo eso y más sentimos un eco dentro de nosotros.

Un vacío. Y quieres más y más.

Y es que es una jodida ironía que esa felicidad no provenga de fuera, sino que está dentro de ti.

Y te aseguro que eres el único que puede darle al botón de encendido.


Pero cuando lo enciendes, da igual que estés encerrado en tu casa, viviendo una pandemia, solo, sin

tu familia, amigos o tus bienes materiales, porque esa felicidad se enciende y brilla como nunca lo
había hecho.

Y entonces te sientes bien, en paz.

Te sientes aquí y ahora y ya nada importa.

No importa qué harás dentro de dos años o mañana.

Vives el ahora, el único momento que realmente tienes, y es todo lo que necesitas.



29/04/20 - Mery

Abrazando sombras para poder brillar

Las personas que más brillan,
cargan sombras escondidas,
entre brillo y brillo habitan,
y en el espejo se identifican.
Sin luz no hay sombra
y sin sombra no brillan.
Aprendieron a convivir(las),
siendo en armonía,
batallar contra tu ego
solo aviva una ironía.
La ironía de borrar lo que fuiste y aún vibra.
Abrazando tu propia sombra
desprendes una verdad profunda,
la verdad de ser,
de la semilla al Edén,
brillando y proyectando
esa luz que alumbra como un faro. -Mery.

Inspirada en la bonita conferencia de un ser mágico llamado "Zulema" @verdaderanaturaleza.

27/04/20 - Mery

Museos del Alma


Hacer de mi mundo un museo;
expresando lo que soy como si fuera un espejo.
Paredes que albergan exposiciones cambiantes,
sintientes, significantes.
Muda el arte como la piel de la serpiente,
crisálidas que se convierten en mariposas,
y acaban colgadas en las paredes,
gritando a los cuatro vientos
su belleza,
belleza de la alegría y de las penas;
todas forman mi esencia.
Esencia de una vida
con ambición de ser eterna.
Miedo al olvido;
se expresa mi arte
entre dibujos y letras.
¿Quien soy yo sin lo que reflejo hacia fuera?
Solo se yo lo que tras mi piel encuentras.

26/04/20 - Mery

Caminos


Cuando la solución no está fuera,
solo hay un camino, ir hacia adentro.
Te puedes sentir solo, vacío.
Sentir miedo.
Miras fuera buscando algo que alivie tu sensación,
pero no lo encuentras,

y cuando lo haces se te escapa de las manos como si fuera el agua del mar.
Mírate en el espejo.
Ahí está todo lo que necesitas,
debajo de esa piel que te conecta con el mundo.
No te tengas miedo, eres lo más valioso que tienes, eres luz.
Descúbrete, escúchate, siente qué vibra dentro de ti.
Es entonces cuando dejarás de buscar.
Libre.
Porque habrás encontrado todo lo que necesitabas.

22/04/20 - Mery

Deficit de caricias


Cariño estancado en fronteras,

tan lejos, pero tan cerca,

a través de la pantalla

mis células te esperan.

Piel dormida, piel sintiente

sin afecto existente.

Distancia mundial,

conexión digital.

Un agujero en la mitad.

Alejada del mundo

me encontré conmigo,

me abracé fuerte

aceptando mi sitio.

Que hay de las miradas

y abrazos compartidos,

agarrarte la mano

y caminar sin ruido.

En esta burbuja

el contacto es ínfimo,

me muero por hacer

de tu piel mi laberinto.



23/04/20 -Mery

Semillas


Semillas plantadas,

arraigadas

a tierras cercanas,

con ambición de brotar al alba.

Entre vuelo y espada.

No vale nada.

Recorrer un camino

prediciendo la zancada.

Más vale volar

que arrastrar unas alas.

Raíces que no encuentran

donde ser ancladas.

Se evapora mi miedo

y el corazón implora,

no puedo ignorar

lo que en mi interior aflora.


24/04/20 - Mery

Antiguo borrador, que sale a la luz

Al andar. Desde pequeña. En verano, a veces, tengo que echarme talco donde se juntan para que no me escueza. Y tengo el culo gordo. Y las piernas. Y durezas en los pies. Y pelos donde no debe ser.
Y me están saliendo arrugas, canas, manchas. Que a veces se mezclan con los granos. Y suelo tener ojeras. Y no tengo los dientes blancos, ni están todos en fila, ni son exactos.
Por eso soy perfecta. La perfecta borrega asustada que se pasará la vida tratando de que le quede distancia entre las piernas, de que sólo algunas de sus curvas sean convexas, de que no haya en su cuerpo rastro de pelos, granos, manchas, pieles muertas... Que comprará cosas, revistas, cremas. Que se avergonzará de su cuerpo y querrá el de otras, y se culpará de no tenerlo. Que lo esconderá como pueda, por miedo a escuchar la mirada ajena. Que se sentirá vieja, fofa, fea. Que se creerá invisible, inquerible, incogible, despreciable...
O igual no soy tan perfecta. Igual soy una mujer grande, en una autoestima pequeña. Igual me pierdo todo lo que dicen estos ojos, porque los uso sólo para buscarme nuevos rincones fofos. Igual estoy desperdiciando el tiempo, empeñada en que no se me note por fuera. Igual me despierto un día de estos, y me rindo y pierdo la batalla imbécil de soñar con estar buena.
Y entonces, igual, empiezo a entender que para sentir fuego en el pecho no hace falta tener las tetas tiesas. Que para morder con placer no hace falta tener una boca tierna, que lo que importa es mover el culo al bailar, al correr, al pedalear, al coger, no las dimensiones que tenga. Que mi cuerpo es mi única arma para ser, no un solar en el que acumular mis mierdas. Que para disfrutar de que te acaricien el pelo, no hace falta currarse una preciosa melena.
Igual un día entiendo que no hay nada valioso en la belleza, que es sólo un invento de quienes no les conviene que me quiera. Porque dejaría de comprar, de esconderme, de juzgarme, de envidiar. Y entonces me sentiría libre y valiente y dueña de mis pies, de mi culo, de mis tetas, de mis pelos, de mis curvas, de mi coño, de mis piernas. Y usaría mi cuerpo para vivir, no para envolverlo en complejos y cremas. Y sería mucho más feliz. Y eso, en este mundo, no cuela.
Textos de Faktoría Faktoria Lila.